Cuando entró en el aparato tuvo que poner los pies sobre una marca en el suelo. En ese momento empezaron a salir chorros de aire desde arriba y por los laterales, así durante varios segundos, hasta que el agente le dijo que podía salir.
Nadie sin embargo le advirtió que el escáner iba a mostrar su imagen desnuda al policía. La fotografía que publican hoy los diarios muestra la silueta de una mujer tal como vino al mundo. La señora no fue advertida en ningún momento de que ese escáner la iba a retratar ante el controlador en pelota. Tampoco le dieron la opción de ser cacheada.
Se enteró días más tarde por la prensa. Ese escáner se va a instalar en aeropuertos norteamericanos. En Europa ya existe en el de Amsterdam. Aquí la Comisión Europea quiere generalizar estos artilugios. Una pretensión a la que se opone el parlamento europeo por las consecuencias para la salud de quienes se van a exponer a ese chorro de radiaciones y por las otras consecuencias las que afectan a la intimidad de los seres humanos.
El gobierno europeo tratar de imponer esa medida con la excusa de reforzar la seguridad en los vuelos. Con ese argumento, los ciudadanos estamos siendo cada vez más vigilados, observados, cacheados, identificados y ahora también desnudados. Unas prácticas que se han venido aplicando a los sospechosos.
Desde el atentado a las Torres Gemelas nos han convertido a Todos en Sospechosos, en potencialmente delincuentes, en posibles terroristas, en peligrosos individuos a los que hay que vigilar. El mundo descrito por Orwell, en su novela 1984, va definiéndose años más tarde y modelándose ante la resignación general. Al principio las cámaras de tv en las vías públicas fue objeto de protestas y puestas en tela de juicio por menoscabar la intimidad de las personas.
Ahora son tan habituales como las farolas en nuestras calles, edificios, transportes... El gran hermano, por nuestra seguridad, ya nos vigila y nos desnuda. Pronto, como en la ficción orwealiana, instalarán cámaras en nuestras casas con la excusa de prevenir los malos tratos domésticos. Bajo este paraguas, el de la lucha contra el terror y por nuestra seguridad, nos despojan de nuestros derechos y de nuestra libertad.
Lo peor es que nosotros mismos vamos aceptando sin chistar todas estas medidas que nos van despojando de nuestra dignidad y nos convierten poco a poco en súbditos.
foto: diario córdoba